En América Latina y Caribe (ALC) se generan alrededor de 216 millones de toneladas de residuos al año, y sólo el 4,5% se reciclan. Esto abre una tremenda oportunidad para las personas y empresas preocupadas del consumo responsable. El modo de revertir estas cifras es trabajar unidos, el mundo público y privado para potenciar el consumo responsable que incorpore en la mente del consumidor la economía regenerativa junto a incentivos que permitan potenciar la economía circular.
Una de las oportunidades derivadas es la economía circular que se presenta como una alternativa al modelo económico lineal (producir-usar-tirar). Es por ello que la cultura de usar y tirar tiene un impacto directo no ya solo en la huella de carbono, sino en la sobre-explotación de recursos del planeta. La economía circular permite desacoplar el desarrollo y el crecimiento económico del uso de recursos naturales y energía, pero para poder implementarla es fundamental que productores, proveedores de servicios, consumidores, instituciones y el estado incorporen el concepto circular en su patrón de producción, consumo, y final de vida útil de un producto.
Cada uno es fundamental en la circularidad, cada uno requiere del otro y es primordial entender la colaboración mutua. El despliegue de una economía circular no depende únicamente de las ciudades, depende también de políticas públicas, la participación del sector privado y un ecosistema de innovación favorable. Sin embargo, los gobiernos, los estados, las ciudades, como centros de consumo, empleo, innovación, generación y manejo de residuos son el corazón de la economía circular.
Las organizaciones tienen la oportunidad de establecer las bases para una estrategia circular, desplegando sistemas de recolección de residuos con separación de materiales, eficientes y cómodos para los usuarios; creando desincentivos a la producción de residuos e incentivando fuertemente lo que tira de la eliminación de residuos: el consumo de productos fabricados con materiales reciclados. Ciudades como Barcelona, Berlín o Singapur tienen esquemas de impuestos a la recolección de basura que penalizan el volumen de basura generada o el volumen de fracción no reciclable. Esto genera un incentivo en los hogares para reciclar todo lo que sea reciclable, y evitar residuos innecesarios. Junto con incentivar comercios que apoyen esquemas de economía circular, con impuestos diferenciados a empresas de reparación de productos y extensión de la vida útil. Además de promover centros de innovación público-privados que identifiquen oportunidades clave de economía circular en la región. Finalmente focalizando esfuerzos en sectores de alcance urbano.
Pero para que esto ocurra, necesitamos de los esfuerzos reales de los gobiernos y los estados a nivel nacional para la promoción de industrias clave, el fortalecimiento de la normativa respecto de la responsabilidad del productor en la disposición final de los productos, la penalización de los productos desechables innecesarios y de la obsolescencia programada, el estado como un ejemplo de consumidor consciente que sea el primero de apoyar la propagación de emprendimientos asociados a la economía circular.
En nuestro caso si el Estado decidiera incluir entre sus bases la compra de productos sustentables, empresas como la nuestra podrían gozar de mejor salud económica al mismo tiempo que se hacen cargo de un problema global. Es justamente el Estado quien debiera dar el ejemplo del consumo consciente y de este modo impulsar las políticas medioambientales que protejan el planeta.
Tenemos la esperanza de que el gobierno que asuma en marzo del 2022 incluya dentro de sus programas de gobierno, el apoyo a las pymes que trabajan en economía circular y así potenciar un consumo cada vez más consciente y de esta manera sacar de circulación cada vez más residuos.